jueves, 1 de noviembre de 2007

Cristo: Plenitud de la Revelacion

La Revelación encuentra su fundamento principal en la persona de Jesucristo, Él es cúlmen del mensaje salvífico de Dios, plenitud y manifestación máxima de Dios en el ser humano.

La Revelación es cristológica, ya que se identifica, en último término, con la encarnación, Cristo es la Revelación de Dios.

1.1. Revelación de Dios en la historia – Antiguo Testamento

Dios se revela en el Antiguo Testamento en los hechos de la historia del pueblo de Israel. A través de los diversos eventos históricos, Dios, de manera gratuita y amorosa, se comunica libremente y se da a conocer a la humanidad, manifestando su plan salvífico y liberador.

La revelación es esencialmente interpersonal: es la manifestación de Dios al hombre. Allí, es Yavé el sujeto y el objeto de esa revelación, ya que es el Dios que revela y que se revela. A través de ella el hombre es llamado a entrar en comunicación de vida con Él.

En todo el AT podemos observar como la manifestación de Dios ha partido de una iniciativa suya. Es Él quien desea revelarse y darse a conocer. El es quien elige, y sella la alianza.

La comunicación de Dios es principalmente a través de la Palabra, lo que exige al hombre una mayor atención, e implica el respeto de Dios por la libertad humana.
El AT está enmarcada en la esperanza de la salvación que está por venir. Todo acontecimiento alude a uno posterior.

1.2.- Cristo: Revelación del Padre

Cristo Jesús es la máxima manifestación del amor del Padre, el cumplimiento de las promesas divinas y el centro de la historia de la salvación:
Él es el culmen y la plenitud de la revelación. Cristo es el Mediador absoluto porque es la Palabra del Padre, el Hijo de Dios hecho hombre (cf. 1 Tim 2,5) que irrumpe en la historia para traer la salvación (cf. Hb 1, 1-4). En el se ha revelado definitiva e irrevocablemente la voluntad salvífica universal de Dios a través de un hecho único e irrepetible: la encarnación del Logos (Palabra) divino.

En Jesucristo, no solamente esas revelaciones (hechas por los profetas) se totalizan, sino que la revelación de Dios es total. De Dios en cuanto él es el principio y el término de la relación religiosa de la alianza. Si el cometido de los profetas es poner los acontecimientos de la historia y la situación del hombre bajo la luz del propósito de Dios, Jesús cumple perfectamente la función profética: Él no manifiesta un elemento del designio de Dios, sino el Designio total, lo absoluto de la relación de alianza, el "misterio".

1.3. La Encarnación

La encarnación da realidad al acontecimiento revelador por excelencia, porque ella es el encuentro de Dios con el hombre y del hombre con Dios.
Él, el Hijo de Dios hecho hombre, es la perfecta revelación puesto que viene a hablar, a predicar, a enseñar y a atestiguar lo que ha visto y oído. De esta manera, la encarnación es la vía elegida por Dios para revelar y revelarse, a través de la cual hace posible a nivel humano el conocimiento de Dios y de su designio salvífico.

Y llevando al nivel humano la manifestación de Dios (su propia encarnación), Jesucristo, revela el misterio del Padre. Es decir, revelando al Padre como misterio, se revela también el misterio propio del hijo: la revelación es autorrevelación.

En Jesucristo, por lo tanto, llegan a su absoluto punto culminante tanto la llamada de Dios, como la respuesta del hombre, al identificarse en la unidad de su persona. En cuanto hombre, Cristo es la perfecta respuesta humana a la palabra y autocomunicación de Dios. En su obediencia, Él conduce de nuevo la humanidad hacia la unión con Dios y la hace partícipe de la vida eterna. En Cristo encontramos la relación de comunión, de diálogo, de docilidad y de amor que el hombre debe tener para con Dios. Así la revelación es completa aun desde este punto de vista, porque encuentra en el hombre el término y la respuesta que hacen plenamente eficaz el designio del amor de Dios.14

1.4.- Cristo: Sujeto de la Revelación

La paternidad y la filiación expresan las relaciones humanas que Dios quiso establecer con su pueblo; representa una cierta forma de encarnación, y tiene más consistencia que el acuerdo jurídico de un tratado de alianza. Dios ha llamado de Egipto a su pueblo (Os 11,1) porque quería formar con los hebreos una nación que tuviera existencia propia y que estuviera separada de las demás naciones; esto significó que el pueblo de Israel, siendo libre, se sintiera como hijo de Dios.

El fracaso de la Antigua Alianza de Dios con su pueblo suscitó el anuncio de una nueva Alianza. Israel había faltado a sus deberes como hijo y había sido infiel como esposa, así que la Nueva Alianza no podía nacer mas que de una acción más poderosa de Dios, que remediase la debilidad humana; en el futuro Dios no se contentaría con proponer su Ley para ganarse la adhesión del pueblo, ahora la pondría dentro del hombre (Jer 31,31-33). La Ley, expresión de la voluntad divina, no se presentaría solamente en forma externa, sino que ahora se encarnaría en el hombre, de manera que la voluntad del hombre pueda coincidir con la voluntad de Dios.

Esta comunicación que Dios hizo al hombre de su espíritu divino deja ver la profundidad de la Encarnación: el Espíritu de Dios penetra en el hombre para animar y dirigir su conducta. Dios no se limita a ser socio de una alianza, a considerar a Israel como su hijo o su esposa, sino que ahora quiere entrar en el corazón mismo del hombre a través de la Ley.

En su encarnación, Jesús asumió una humanidad plena, sin pecado y no perdió su divinidad. La combinación de las dos naturalezas en la persona de Cristo es un misterio, nos acercamos al tema desde la fe.

¿Afronta la religión cristiana una perdida de influencia en el mundo?

Por Luis Alfonso Gutiérrez / Periodista

Al observar el panorama mundial de la Iglesia Cristiana, se nota que en algunos países existen grandes movimientos que atraen multitudes cada día a aceptar al Señor como su Salvador, pero en otros, ha perdido vigencia, relevancia y está declinando dramáticamente, con el peligro de que desaparezca como respuesta a la necesidad espiritual de su gente.

Surgen las preguntas: ¿Cuál es el futuro de la Iglesia?, ¿Hacia dónde se dirige?, ¿Cómo está la iglesia dónde usted vive?, ¿Está declinando ó prosperando?

Algunas congregaciones cuando experimentan un declinar en su feligresía, buscan formas non bíblicas para atraer nuevos creyentes, y en esa búsqueda caen en desviaciones peligrosas que solo traen frustraciones, convirtiendo las congregaciones en entes seculares donde todo es válido, si eso conlleva a mantener los creyentes en dentro de las paredes de los templos.

Por más de mil seiscientos años, Europa ha sido regida por gobiernos que se proclaman cristianos, pero la herencia que han dejado es una sociedad post cristiana. De acuerdo a algunos sociólogos, el cristianismo podría ser extinguido de la sociedad en el año 2040, donde sólo un 1% de la población asistiría a la iglesia. Las principales denominaciones, desde la Iglesia de Inglaterra, los Metodistas y la Iglesia Reformada Unida, vienen declinando a través de los años. Según afirma el sociólogo Steve Bruce en su libro ‘Dios ha muerto’, a principios del siglo pasado todos los matrimonios fueron religiosos; en 1971 solamente el 60% y en el 2000 el 31%.

En países como Holanda, la Iglesia viene secularizándose cada día más, y según reportes de la Oficina Social y Cultural, el 72% de la población no tiene filiación religiosa. Un reporte de Alemania dice que muchos están volviendo a las prácticas de ocultismo, para buscar la dirección espiritual que en otro tiempo encontraron en las iglesias. En varios lugares del continente europeo, iglesias han sido obligadas a cerrar por la falta de asistencia.

Estados Unidos, aunque fue establecido bajo fundamentos bíblicos, es un país que ha perdido paulatinamente sus tradiciones religiosas. Hoy, solamente un 40% asiste a la iglesia semanalmente, pero la cifra puede bajar al 20%. El 60% cree que la Biblia es la Palabra de Dios. La mayoría asiste a la Iglesia por el carisma del pastor, y si éste pierde popularidad, fácilmente puede perder su congregación. Muchos pastores pagan grandes cantidades de dinero para ser asesorados en el marketing religioso, con el objetivo de lograr un crecimiento para sus iglesias.

Varias de estas congregaciones no solo ministran el alma, también están muy interesados en el cuerpo. No es raro ver algunas iglesias, cuyas edificaciones incluyen restaurantes, salones de belleza, gimnasios, saunas y campos deportivos. Con razón el evangelio de la prosperidad ha tenido un terreno fértil para convencer a los creyentes que si ellos contribuyen con grandes cantidades de dinero para la iglesia, serán prosperados para poder tener el carro del año ó la casa deseada.

Para ellos, Dios es tolerante en extremo y sus iglesias son sitios terapéuticos donde no se juzga ni se condena a nadie, pero tampoco se adoptan posiciones frente a conductas antibíblicas como el homosexualismo. Muchos púlpitos sacaron los temas del pecado, del infierno y el juicio divino, para dar lugar a mensajes lights que solo adormecen la conciencia y culpabilidad del hombre.

Muchas iglesias crecen y se convierten en megaiglesias a costa de la perdida de la membresía de pequeñas iglesias, donde sus pastores luchan por sobrevivir. Últimamente, algunas se han convertido en escenarios de entretenimiento, más que en casas de oración.

En Latinoamérica, desde la frontera del Río Grande hasta La Patagonia en Chile, la Iglesia Católica ejerció su dominio por más de 400 años, constituyéndose en la religión oficial de muchos países. El Catolicismo comenzó a perder influencia desde 1960, cuando muchos sacerdotes comenzaron a promover la teología de la liberación y otros a acoger movimientos carismáticos originados en los Estados Unidos.

Durante las últimas décadas, millones de personas han abandonado las toldas católicas para acoger otras confesiones religiosas, especialmente los movimientos pentecostales y carismáticos de la Iglesia Cristiana, a tal grado que El Vaticano estudia nuevas formas de liturgias que mantengan sus fieles dentro de las iglesias y además, atraigan a jóvenes.

El movimiento evangélico de Latinoamérica está dividido en grupos de iglesias que conforman denominaciones e iglesias independientes con pastores carismáticos, las cuales pueden fácilmente convertirse en megaiglesias.

Colombia, aunque es vista como una tierra donde el avivamiento ha ganado lugar, también ha tenido un desarrollo y crecimiento controversial en los últimos treinta años. Durante ese crecimiento se han presentado muchas incongruencias y desmanes. La Iglesia Cristiana ha recibido toda la influencia de las iglesias del norte, y muchos ministerios son copias fieles de exageraciones eclesiásticas que se han criticado continuamente.

Muchos pastores al perder su visión sólo se esfuerzan por no ceder popularidad y mantener su iglesia como la más grande e influyente. Para esto han implementado métodos distintos a los que las Escrituras establecen, dejando a un lado la dirección que el Espíritu Santo debe tener. Recientemente, se han hecho varios esfuerzos para buscar la unidad de la Iglesia, pero los más fuertes e influyentes quieren la unidad en torno a sus ministerios.

La Iglesia continúa, pero la acción del enemigo también está presente para opacar el trabajo de los hijos de Dios. La cizaña sigue creciendo junto con el trigo, y sólo será descubierta y arrancada al final de la cosecha, cuando el mismo Dios depure definitivamente su iglesia y establezca su Reino. Mientras tanto, hay que mantenerse fieles al llamado que Cristo nos dio y a la sana doctrina que tenemos en la Palabra de Dios.

La Reforma de Lutero como principio del cristianismo en la vida pública

Por Jenny Andrea Santamaría / Teóloga

Durante el mes de octubre, en el que se recuerda y celebra el gran acontecimiento del siglo XVI: La Reforma Protestante, que generó un cambio de paradigma en los distintos ámbitos de la realidad humana en Europa, es preciso interrogarse acerca del caminar de la Iglesia Protestante en América Latina, y de las repercusiones sociales, políticas, culturales, entre otras, que ha suscitado, ó mas bien, que debería generar el quehacer del mundo evangélico de cara a la complejidad de problemáticas presentes en los contextos de Latinoamérica, y aún mejor, en el caso específico colombiano, para así comenzar a realizar una mirada más concreta que lleve a identificar los desafíos que es necesario afrontar.

Los reformadores del siglo XVI, a sabiendas de las nefastas consecuencias que podrían acarrear sobre sí a causa de sus posturas, su actitud de denuncia profética y su búsqueda de transformación social y de pensamiento; asumieron el riesgo forjando una perspectiva más allá del inmediatismo y el conformismo, esforzándose por la búsqueda de la construcción del Reino de Dios y su justicia en la sociedad en la que vivían, constituyéndose la Palabra de Dios en el punto de partida y la autoridad final de su reflexión y acción.

De esta manera, el compromiso histórico de estos reformadores que tomaron en serio el significado de la Palabra de Dios como fuerza creadora encarnada en Jesucristo, dio inicio a una nueva época, una nueva cultura con mentalidad renovada, de la que surgió posteriormente la sociedad ilustrada del siglo XVII, y la sucesiva sociedad moderna que explora horizontes de desarrollo, autonomía y reconocimiento del individuo; de democracia e instauración de nuevas posibilidades en los distintos campos de la acción humana.

La actitud decisiva y entregada de estos hombres, ansiosos por vivir la Sagrada Escritura con integridad y plenitud en su momento histórico, trajo como consecuencia necesarios y positivos cambios a la Europa de aquel tiempo. Dichos cambios, repercuten hasta hoy, trascendiendo fronteras y exigiendo a los hijos de la Reforma presentes en cada uno de los continentes la participación crítico-constructiva en la tarea de liberación de falsas dependencias y el compromiso con la reconciliación humana, en cuanto el cristiano debe ser imagen de Cristo y Cristo a su vez es imagen de Dios liberando y reconciliando, es decir, llevando a su fin el camino que se inicia en el Génesis, de libertad auténtica y de comunión entre Dios, la humanidad y toda la creación.

Martín Lutero y los demás reformadores, en su tarea consciente y profunda por ahondar en la comprensión y apropiación de las Escrituras, se ocupan de traducir a su realidad concreta el legado de Cristo y la mayordomía que Dios asignó al ser humano. Así fomentaron la participación de la Iglesia en la vida pública, buscando una ética cristiana liberadora, reconciliadora, por lo tanto, fundada en Cristo y su ejemplo de vida.

De lo anterior se desprende, su tarea por invitar y redireccionar al cristiano en asumir el papel que Dios le delegó en la tierra. Aquel que decida hacer el camino de seguimiento a Jesucristo, es responsable por el bien en el mundo en Cristo, incluso en los aspectos sociales, económicos y políticos que a veces se descuidan u olvidan por enfocar la vida cristiana solo en algunas áreas ó dimensiones, lo cual suscita una lectura sesgada del proyecto de Dios con el hombre. Este asunto genera difíciles consecuencias en el cumplimiento de la responsabilidad eclesial, en el papel del cuerpo de Cristo en la historia humana, donde Dios sigue revelándose y acompañando al hombre en su caminar, en la lucha contra el pecado y la destrucción.

Realidad contemporánea

Lutero planteó diversos interrogantes a la Iglesia Medieval, confrontando directamente sus distorsiones y manipulaciones de la Escritura, llevando al cristiano a la pregunta por las implicaciones que tiene ser imagen de Dios, por el hecho de ser portadores del Evangelio.

Gracias a esa perspectiva, se hace necesaria una relectura de la Reforma Protestante desde la realidad contemporánea, subrayando el cambio de paradigma que generaron Martín Lutero y los demás reformadores al cuestionar las formas institucionales anquilosadas y opresivas, y al comenzar a dar pasos hacia la concreción de la iglesia de Cristo amante de la verdad y la justicia.

La mayordomía sobre la creación, dada por Dios a sus hijos, exige al cristiano una adecuada administración sobre todo lo creado, como imagen de Dios. Dios se ha dado totalmente, y ha puesto su mirada misericordiosa y restauradora sobre la vida de todos y cada uno de los hombres, toma el lugar del necesitado y suple, baja al nivel del excluido y lo dignifica, perdona, acoge y ama incondicionalmente. Jesucristo, “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando la forma de siervo y se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. (Filp. 2:6 - 8).

Queda abierto entonces el interrogante por la manera de proceder hoy en la vida cristiana, por las formas eclesiales que se cierran sobre sí mismas, por las interpretaciones descontextualizadas y limitadas de la Escritura, por las formas personalizadas y sectorizadas para comprender la persona y mensaje de Cristo.

La vida, muerte y resurrección de Cristo interpela con hondura la existencia del hombre, llamándolo a la trascendencia, a salir de sí mismo, a no estancarse en sus búsquedas egoístas, en su finitud vivida al extremo que termina ahogando el espíritu del individuo y las sociedades.

Compromiso cristiano

Cristo se ocupa de penetrar la totalidad de las dimensiones humanas y los distintos ámbitos sociales sin descuidar detalle. Y la Iglesia Cristiana, ¿ha asumido en su quehacer la comprensión de quién es Cristo según las Escrituras para ser verdaderos continuadores de la construcción del Reinado de Dios y entonces ser imagen de Cristo?

A partir de ésta dinámica, conmemorar los casi quinientos años de la Reforma se constituye en un desafío al ser de la Iglesia, para revisar muchas de las interpretaciones del Evangelio que arrinconan el acercamiento a Jesucristo en sus dichos y hechos históricos - los cuales generaron un cambio de paradigma en su contexto-; porque es claro que los reformadores en el ejercicio exegético de comprender el sentido del Evangelio, asumen la labor que deben realizar como portadores del Evangelio y mayordomos de la creación, esto es, en su compromiso social, cultural, político, económico y espiritual.

Entonces, la Iglesia Cristiana en Colombia se halla ante grandes retos de cambio en continuidad con sus orígenes reformados, y sobretodo, como seguidora de Cristo. Los contextos de pobreza, conflicto y violencia que se viven en Latinoamérica, y en el caso de Colombia que se agudiza día a día, a pesar de que el número de creyentes aumenta, se abre el interrogante respecto al verdadero cumplimiento de la misión y comisión que Dios encomendó a la iglesia, dejando al descubierto profundos interrogantes acerca del papel de los cristianos en el mundo en el que vive, esto es, en cuanto hijos de la Reforma, hacedores del Evangelio y oyentes fieles y activos del propósito de Dios.